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Cata del vino

La cata es un rito en el que entran en juego todos los sentidos, pero sobretodo vista, olfato y gusto.

EL ASPECTO del vino delata su juventud, madurez, decrepitud, limpieza, densidad o clase de uva. Es importante que el cristal de la copa sea fino. Reconoceremos los tintos jóvenes por su color de cereza madura y el borde oscuro granate-violáceo o aframbuesado. Con la edad los tintos pasan a una banda cromática de rubí-granate, a veces con ribetes anaranjados. De ahí, andando los años, al rubí-teja y a los tonos ocres, marrones y amarillos. Los rosados empiezan a anaranjarse cuando se están pasando. Los blancos jóvenes son amnarillo pajizo o pálido, con reflejos acerados o verdosos. Cambian con el tiempo a amarillo dorado.

Para analizar EL OLOR, se huele antes y despues de mover la copa, y olemos en tercera instancia, cuando el vino ya ha entrado en la boca. La agitación del líquido en un espacio reducido logra desenmascarar olores escondidos. Es típico asociar olores propios de los vinos con los olores característicos del universo vegetal -flores, frutas, hierbas o especias- y con otros aromas que forman parte de nuestro entorno habitual, como el cuero, el quitaesmaltes o los huevos cocidos. Esta asociación facilita la comunicación de los datos olfativos o gustativos, pero no hay que tomársela al pie de la letra. El llamado olor a corcho es, en realidad, olor a mohos y bacterias que se han depositado en él.

EL TACTO EN BOCA mide la temperatura del vino. Capta cualidades como las del vino sedoso o el vino áspero. El alcohol, en su justa medida, transmite sensación de aterciopelado y redondez en el gusto. Los taninos son componentes amargos y ácidos y, transformados por la crianza, sorprenden al bebedor, dejendo en los buenos tintos un posgusto amargo y una leve aspereza, indicativos ambos de alta calidad y carácter. Las conclusiones de los expertos se ciñen a un lenguaje propio y hermoso. Estos son algunos de los términos más usados: